CAMILA CASTRO CHIESINO
Hablar de una misma puede ser papita pal loro o una tarea engorrosa; si se
revuelve mucho se corre el riesgo de fastidiar a los fantasmas.
Vengo de una familia librera; mi bisabuelo tenía una imprenta en Avellaneda
que supo gozar de sus años de gloria, pero llegó la dictadura y ante la oleada
de ediciones brasileras que salían más baratas y el peligro de publicar en esos
años cualquier cosa que se saliera del almidón, se fueron a pique; también hay
que darle crédito a mi abuelo que se supo patinar la guita como nadie (¿no les
digo yo?, ya están reviviendo a los muertos).
En mi casa siempre hubo más libros que lugares para sentarse, y en algún
momento, llamada por esas páginas le encontré el gustito a la lectura. Pasado
el tiempo me di cuenta que no me bastaba con solo ser una
lectora/espectadora, yo también tenía para contar; todos tenemos algo para
contar.
No voy a chapear y dármela de escritora metódica; no me siento cuatro horas
por día a escribir y la mayoría de las veces mis textos terminan en la papelera.
Mi escritura está atravesada por lo cotidiano; los pelos de gato en la ropa; los
libros de mi vieja; la música de mi viejo; los lugares recordados y los
personajes que por alguna razón me he cruzado en la vida; así que, si ya me
conocen, no se asombren si leyendo por ahí se encuentren con ustedes en la
mirada de esta chanta con aires de escritora.

Afrx
Poema dedicado a León Auchterlonie
Iba soñando y me tropecé con vos,
Te quedaste ahí despertándome
Abriendo mis párpados con tu recuerdo
Hundiendo el dedo en la última frase de aliento,
retorciendo tu sonrisa en esa visita onírica.
Y me senté en la cama.
Te escribo desde el barro,
Ese que me dejó agosto en los pantalones;
Desde la inocencia que perdimos;
Hacia un espacio suspendido
Dónde estás vos,
Tus medias de colores,
La punta de la lengua apenas asomada
Adelantándose al chiste,
El sánguche recalentado
Los viernes a la tarde.
¿Entras hoy?,
Nos vemos en la plaza.
Del Riacho
Todos los días es lo mismo; pongo un disco de Billie Holiday con la esperanza
de que su voz reordene mis ideas, juegue entre las tenciones; abro la ventana
espero que una ráfaga invernal congele mi ansiedad; me sirvo una copa de vino
me siento frente a la computadora y nada.
Hace dos meses que no puedo escribir, no por una falla mecánica, mis manos
funcionan bien; pero ando desorientada y no logro concentrarme; siento que
con cada gota de alcohol en gel se me diluye la imaginación y las ganas de
contar se me van destiñendo entre los litros de lavandina que uso por semana.
Parece que al único al que no le ha cambiado la vida el encierro es a Marcial; ya
está acostumbrado a pasar todo el día en casa, su única diversión es
contorsionarse al rayo de sol en la terraza, mordisquear el aloe-vera y después
vomitar escondido entre las macetas. Admiro esa capacidad que tienen los
gatos de ser felices con algo tan sencillo como eso.
‘’Un poco de aire no le hace mal a nadie’’ me convenzo; me clavo la campera
verde; mi bufanda de lana prestada; agarro las llaves y abro la puerta. Mientras
bajo las escaleras me doy cuenta de que me olvide el tapabocas, me cuesta
acostumbrarme al nuevo uniforme, subo a buscarlo medio hinchada las pelotas,
me siento como esos viejos que no quieren aceptar que el mundo cambia y que
si no te acoplas te pasan por encima.
Ya armada con todo el equipo me lanzo el encuentro de la musa del riacho. Voy
por Palos, siempre voy por ahí y no encuentro razón para cambiar de camino
justo hoy, quiero reproducir las viejas rutinas lo más intactas posible. El viento,
que es parte de la identidad del barrio me revuelve el pelo; bajo mis pies crujen
los vestigios del otoño y el sol me obliga a entrecerrar los ojos; como si me
reprochara que hace tiempo no lo tomo; Las veredas me parecen más altas que
antes y por un momento desvío mi atención; me dejo llevar por el fantasma del
recuerdo y ahí estoy caminando de la mano con mi viejo rumbo a la fábrica de
alpargatas para comprarme zapatillas, porque ahí salían más baratas; por esos
años yo le decía papá, ahora le digo viejo, cuando uno crece por alguna razón
necesita marcar la diferencia; quizás porque no queremos aceptar que cuando
hay humedad, a nosotros también nos duelen las articulaciones.
Cruzo la Madrid y veo a lo lejos el agua; a mi lado, como todas las noches
mamá me pregunta que cuento quiero oír, y yo le pido, le ruego que por
enésima vez me cuente la historia del tranvía, que una mañana de neblina de
1930, cayó a las aguas de riachuelo, porque no pudo advertir que el puente
estaba levantado. Había algo en esa tragedia, que llamaba a mi curiosidad
infantil, quizás lo macabro de esa muerte entre la niebla, entre lo borroso de la
existencia me reclamaba.
Llego a la orilla; mí bisabuelo Bartolo solía bañarse en estas aguas; me invade
un poco la envidía; el imaginario del riachuelo para mi generación oscila entre
la muerte y el miedo a lo desconocido de sus entrañas; me gusta ver cuando
baja el agua y descubre el barro lleno de basura, me da la sensación de que es
en esos momentos donde puedo encontrar la verdad de la milanesa. Apoyo mis
manos sobre la baranda, el metal le avisa a mis dedos que están vivos; con los
ojos fijos en La Isla Maciel aspiro, embebo mis pulmones, los impregno con el
olor familiar de este brebaje que es el riachuelo.
No hay caso, no se me cae una idea; pero como extrañaba este pedazo de
agua estancada.
APOYA a Camila Castro Chiesino
NADIA SANDRONE
Nadia Sandrone es artista escénica y poeta. Licenciada en Actuación por la U.N.A. Le interesa investigar el cruce entre la poesía y el teatro. Actualmente se encuentra trabajando en el herbario poético y sonoro "Al ciervo de los pantanos", en “Muy Bodas de Sangre” un biodrama trágico, con dirección de Vivi Tellas y en “La rana del Ibicuy” obra de su autoría. Tiene Fe en la Poesía

“Más de dos hacen un CLUB, les digo, así fundas todo lo que te importa”
Claudia del Río
explotó el calefactor cuando haciamos el amor
abandonó la estampida un domingo de lluvia
la calle era un río plateado
la bruma no me dejaba distinguirme a mí misma
di brazadas en la obscuridad
y cayó polvo de oro
cuando me agache a buscarlo
me encontré mi rostro
pregunté
¿qué pasa en la madrugada?
fui corriendo hasta el escuadrón de bomberos
nada
ni un alma por avenida rivadavia
explotó el calefactor cuando haciamos el amor
por suerte o por desgracia
la claraboya del sentido
abierta de par en par las puertas
se fugó la combustión
de la mano con mi apellido
no soy yo la que lo digo
el viento corría a cientos de kilómetros por hora
en miami todo inundado
yo en bolas
¿a estas horas buscando una panadería?
me gritó un fantasma desde la otra cuadra
el sueño que se repite desde los seis años
en bolas por las avenidas
se hizo poema en este acto
no soy yo la que lo digo es el ritmo
que lo dice conmigo
que me susurra cosas al oído
en tiempo presente continuo:
que les pregunte a ustedes
si acaso alguno sabe
cuáles son las cosas importantes
porque todo está tan confuso últimamente
hace un rato vino la combustión
de la mano con mi apellido
y un amigo
plantaron un árbol tuvieron un hijo
leyeron un libro
y yo todavía buscando un trabajo digno
un diamante escondido
el viento corría a cientos de kilómetros por hora
en miami todo inundado
en paraguay todo inundado
en misiones taraferos infantes
cortan la yerba con la que tomamos mate
Esta economía afectiva de época
el emoji como sustancia
tu piel: hiel y distancia
otra vez se quedó el auto en la ruta
esta decimonónica mascarilla acertada
capaz de cubrir mil sentimientos
con solo una mirada
otra vez el agujero negro
brillante ondulado y traicionero
este corazón confundido y ensincopado
espiando el deseo del de al lado
baje cine mil escalones y no encuentro
donde guarde el poema
que escribí a los dieciséis años
Ay vidita mía corazoncito mío
ay!
que no te agarre la muerte galopando
sin haber hecho algo extraordinario
Ay vidita mía, corazoncito mío
ay!
tengo un montón de espacio en la memoria
para aprenderme todas las obras clásicas
escritas en la historia
del amor me se los versos de Vilariño
de Gombrowicz y de Lorca
vengo escribiendo desde el SXIX
tengo puestos guantes de terciopelo verde
Yendo a la heladera me encontré con el lenguaje
me escape con el de la casa de mis padres
de Zárate
de Ibicuy
y me estoy yendo ahora también
Vengo recorriendo cordilleras
del mar traigo la fuerza
lo que no se todavía
es para quien carajo es este poema
Ay vidita mía corazoncito mío
ay!
que no te agarre la muerte galopando
sin haber amado extraordinario
vi un salvavidas roto en el agua y pensé:
todas aquellas cosas personas
que me salvaban están rotas también
roto el corazón
rota la cabeza
los dientes rotos
el espíritu roto
pude rotar el timón de la embarcación
deje que me guíe el deseo y la fe
tuve que reconstruir
ladrillo a ladrillo
el castillo de barro
que se me desmoronó encima
una vez
dos veces
tres veces
cien
estoy de pie